Crónica Castilla y León.

Crónica Castilla y León.

CyL se une a iniciativa que optimiza el riego sostenible en viñedos.

CyL se une a iniciativa que optimiza el riego sostenible en viñedos.

En la región de Castilla y León, la viticultura ocupa un espacio significativo, con un total de 84.000 hectáreas dedicadas a este cultivo, de las cuales un impresionante 95% se asocia a alguna figura de calidad reconocida. Este hecho resalta la relevancia del vino como un patrimonio agrario y cultural de esta comunidad autónoma.

El pasado 8 de diciembre, en Valladolid, se hizo pública la colaboración de la Junta de Castilla y León en el proyecto denominado Grupo Operativo PRERIVID, una iniciativa innovadora que busca optimizar la predicción de las necesidades hídricas de los viñedos. Este esfuerzo se inscribe dentro de un marco más amplio de promoción de un uso sostenible del riego, lo cual es vital en tiempos de creciente escasez de agua.

La Junta ha asignado más de medio millón de euros a este grupo operativo, con un impresionante 80% de esa suma respaldada por fondos del FEADER. Este proyecto tiene una duración prevista de cuatro años y tiene como misión ofrecer soluciones innovadoras al sector vitivinícola. Entre sus objetivos, se encuentra el desarrollo de una herramienta de riego de precisión que reúna datos específicamente tomados 'a pie de parcela', tal como ha detallado el Gobierno regional en un comunicado difundido por Europa Press.

En un contexto más amplio, es importante señalar que España se posiciona como el país líder en cuanto a la superficie dedicada al cultivo de la vid, con un total de 955.000 hectáreas. Este impresionante número representa el 28,9% de la superficie vitícola de la Unión Europea y un 13% de la superficie mundial. En Castilla y León, las 84.000 hectáreas son un testamento del compromiso de la región con la viticultura de calidad.

Sin embargo, la producción vitícola enfrenta desafíos significativos. Los cambios climáticos, incluyendo el aumento de temperaturas, la disminución de precipitaciones y fenómenos meteorológicos extremos, ponen en peligro la integridad de los cultivos. Estas condiciones adversas pueden provocar daños en las vides, alterar los ciclos de maduración de las uvas y, sobre todo, restringir el acceso al agua, un recurso cada vez más escaso.

En la actualidad, aproximadamente dos tercios de la superficie nacional están en riesgo de desertificación. Además, hay tierras cultivadas que empiezan a mostrar síntomas de este problema, lo que es alarmante. Proyecciones indican que podría haber una reducción del 20% en las precipitaciones anuales para el año 2100, lo que representa un reto monumental para la agricultura en general y la viticultura en particular.

Frente a esta crisis, gestionar el agua de manera eficiente se vuelve una necesidad urgente. Actualmente, existen diversas herramientas para la programación de riego; sin embargo, muchas de ellas tienen limitaciones significativas: algunas no consideran todos los factores necesarios para evaluar las necesidades hídricas, mientras que otras emplean datos promedios que no reflejan la realidad del viñedo.

Es en este contexto que nace el proyecto PRERIVID, el cual involucra a viticultores, expertos tecnológicos e investigadores. Su enfoque es el desarrollo de una herramienta de gestión de riego que incorpore datos específicos medidos a nivel de parcela, relativos a parámetros de la planta, el suelo y meteorología, además de integrar información climática global y el consumo de agua a lo largo del año.

El impacto de PRERIVID se traduce en la creación de una viticultura más sostenible y competitiva, especialmente en un marco de escasez hídrica, con expectativas de generar un ahorro de entre el 15 y el 20% en el uso de recursos hídricos.

Este programa se implementará en distintas comunidades autónomas con climas variados -Castilla y León, Galicia y Comunidad Valenciana-, lo que permitirá que los resultados sean aplicables a todo el sector vitivinícola y potencialmente, a otros cultivos también.

El desarrollo del proyecto se estructurará en varias fases. En la primera etapa, se instalarán equipos para la medición de datos meteorológicos y de humedad en el suelo, lo cual es fundamental para la posterior estimación de las necesidades de riego.

Los datos recopilados, junto a las predicciones meteorológicas específicas para cada parcela experimental, permitirán calcular las necesidades de riego a siete días considerando factores como la ubicación, el tipo de uva, la configuración del viñedo, el tipo de suelo y el sistema de riego empleado.

En una fase subsiguiente, se evaluarán prácticas agrícolas que minimicen el consumo de agua, tales como la aplicación de caolín y el uso de cubiertas vegetales. Esto facilitará recomendaciones precisas sobre cuándo y con qué intensidad implementar dichas prácticas.

También se estudiarán técnicas digitales, como la espectroscopía NIR, que posibilitarán la recolección de datos sobre la salud de los viñedos con un uso mínimo de recursos humanos, una gran ventaja en términos de eficiencia.

Finalmente, se llevará a cabo un análisis detallado del impacto de las prácticas de riego y del manejo agrícola en la calidad del mosto producido. Para ello, se examinarán parámetros fisicoquímicos y compuestos esenciales que determinan la calidad del vino y la uva.

En última instancia, se realizará una evaluación del impacto económico de esta herramienta de gestión del riego, que incluirá un análisis del gasto en materias primas, personal y energía, asegurando así que las innovaciones propuestas no solo sean sostenibles, sino también económicamente viables para los viticultores involucrados.