VALLADOLID, 12 de noviembre.
La imponente Catedral de Valladolid alberga una fascinante exposición que revive el diálogo entre dos titanes de la "imaginería policromada", Gregorio Fernández y Martínez Montañés, artistas que dieron vida a lo sagrado a través de un impresionante despliegue de 70 imágenes organizadas en seis capítulos, con la misión de "instruir, deleitar y emocionar" al público.
Bajo el título "Gregorio Fernández y Martínez Montañés: el arte nuevo de hacer imágenes", esta muestra es un esfuerzo conjunto de la Fundación Edades del Hombre, con el apoyo de la Junta de Castilla y León y la colaboración de la Archidiócesis de Valladolid. Estará abierta al público hasta el 2 de marzo y transformará la Catedral en un auténtico "gran museo" de la imaginería policromada española.
Los comisarios de la exposición, Jesús Miguel Palomero Páramo y René Jesús Payo Hernanz, han expresado su satisfacción por la culminación de un proyecto que comenzó a gestarse en 2019. "Desde entonces, hemos trabajado en la posibilidad de realizar una muestra que uniera la creación artística del inicio del barroco en Castilla, especialmente en Valladolid, que era un centro productor clave en ese tiempo, y la Sevilla del siglo XVII. La gran exposición de Martínez Montañés en el Museo de Sevilla en 2020 nos dejó claro que era fundamental comparar las obras de Montañés con las de Fernández", ha señalado Payo Hernanz.
La exposición persigue un triple objetivo: "instruir, deleitar y emocionar". Según Palomero Páramo, la intención pedagógica y didáctica es primordial. "Deleitar porque queremos que cada visitante salga satisfecho tras su recorrido por la exposición", ha agregado, y se ha detenido especialmente en el aspecto de "emocionar".
En relación a la "emoción", el comisario ha subrayado la naturaleza de las obras expuestas, muchas de ellas talladas en madera policromada. Esta emoción se intensifica al reunir grandes creaciones de la historia del arte y al destacar la conexión entre los encargadores de las obras y los artistas, quienes respondían a las necesidades espirituales de su tiempo.
El comisario también ha mencionado la relevancia de las circunstancias históricas que rodearon a Fernández y Montañés. En una época marcada por la "gran peste de 1600" y por desastres naturales, estos artistas surgieron como figuras clave que, ante la tragedia, se vieron impulsados a crear imágenes que reconfortaran y devolviesen la fe a la población. "Se requería un nuevo rostro de Dios que inspirara confianza, y así emergieron Gregorio Fernández y Martínez Montañés, ofreciendo una imagen renovada del divino", ha explicado.
Este rostro idealizado no ha perdido su relevancia en la actualidad; según Palomero Páramo, muchos siguen orando a las imágenes que estos maestros representaron. "El rostro que representan, aunque naturalista, esconde una idealización del bien. Se trata de figuras altas y esbeltas, proporcionales y bellas, en representación de la divinidad misma, a la que se accede a través de la devoción", ha argumentado el comisario.
Por otro lado, Payo Hernanz ha destacado que la exposición contrasta las vidas y obras de Fernández y Montañés, enfatizando tanto sus similitudes como sus diferencias. "Ambos fueron artistas de gran renombre en el siglo XVII, pero tenían enfoques diferentes hacia la representación de lo sagrado", ha añadido.
A través de las 70 piezas que componen la muestra, que incluyen esculturas, pinturas y documentos, se puede apreciar la profunda huella dejada por estos maestros en la evolución del arte español. "La exposición tiene un enfoque estilístico que detalla el origen estético de sus obras y cómo, a pesar de sus diferencias, ambos contribuyeron al desarrollo de un estilo naturalista que perduró más allá de sus tiempos", ha descrito.
Se destacan así las influencias de estos gigantes, quienes, aunque no se cruzaron en vida, mantuvieron una relación indirecta a través de trabajos y competiciones, como se evidencia en el concurso del Gran Retablo de la Catedral de Plasencia, que ganó Gregorio Fernández. La exposición se divide en seis capítulos, empezando por la pila bautismal donde fue bautizado Montañés y la lápida de Gregorio Fernández, que dan la bienvenida al visitante a un recorrido repleto de policromías y obras documentales.
El primer capítulo presenta obras de artistas como Pompeo Leoni y Francisco Rincón, que sientan las bases del estilo que ambos escultores desarrollaron. El segundo capítulo explora las vidas de ambos en Valladolid y Sevilla, destacando cómo estas ciudades influyeron en su carrera artística y presentando obras emblemáticas como el San Cristóbal de Montañés y el Ecce Homo de Fernández.
En el tercer capítulo, se examina la influencia del Concilio de Trento en sus obras, contrastando imágenes como San José con el Niño Jesús y San Juan Bautista, permitiendo al visitante apreciar el desarrollo de sus estilos individuales.
El cuarto capítulo resalta la importancia de los policromadores, quienes jugaron un papel crucial en las obras de estos escultores, con un enfoque particular en Diego Valentín Díaz para Fernández y Francisco Pacheco para Montañés.
El penúltimo capítulo muestra obras de Juan de Mesa y otros escultores que reflejan la influencia de Frost y Montañés en su arte, mientras que la exposición culmina de forma espectacular con las serenas y exquisitas obras de Montañés juxtapuestas con la monumentalidad de Fernández, presentando piezas icónicas como el Cristo atado a la Columna y el Descendimiento de la Cruz, así como la Cabeza degollada de San Juan Bautista y el Niño Jesús Salvador del Mundo, que son representación inigualable del legado de estos maestros.
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