En un avance significativo hacia la preservación del medio ambiente, la Mancomunidad de Tierras Altas de Soria ha implementado un innovador sistema de 115 sensores en la Dehesa de Magaña, cubriendo un área de 122 hectáreas. Esta iniciativa forma parte de su Plan de Sostenibilidad Turística y tiene como objetivo primordial la detección temprana de incendios y la recolección de datos ambientales, estableciendo un detector por cada hectárea.
Los sensores están diseñados para alertar rápidamente ante el inicio de un incendio, enviando tres correos electrónicos a los responsables del monitoreo. Estos profesionales verifican la información antes de contactar a los agentes ambientales, quienes se dirigen a la zona afectada para evaluar la situación.
El acto de presentación del proyecto contó con la presencia de destacados miembros de la comunidad local, como el presidente de la Mancomunidad de Tierras Altas, José Ramón Ruiz, el jefe del Servicio de Talher, Héctor Hernández, la responsable de comunicación de la empresa medioambiental, Ana Isabel Magide, y el jefe de producto de Stihl, David Guzón. Se ha establecido un sensor por hectárea para maximizar la cobertura en áreas clave.
La selección de lugares para la instalación de los sensores se realizó atendiendo a aquellas zonas de mayor afluencia, incluyendo el sendero GR-86, áreas agrícolas y lugares con valor ecológico, como un roble centenario, tal como destacó el presidente Ruiz. Este enfoque busca preservar la riqueza natural del entorno mediante la monitorización de sus aspectos más críticos.
Ruiz subrayó que, aunque este primer despliegue abarca solo una pequeña porción de las 70.000 hectáreas que componen Tierras Altas, hay planes para extender esta iniciativa a otras áreas del territorio. El presupuesto de este proyecto asciende a aproximadamente 35.000 euros, financiados en parte por fondos europeos, como parte de la estrategia 'La Huella de la Trashumancia', orientada a la mejora medioambiental y a la adaptación al cambio climático.
Los sensores, que funcionan de forma autónoma y se alimentan con energía solar, monitorizan en tiempo real factores esenciales, tales como la temperatura, los niveles de monóxido de carbono y el estado de la vegetación, con capacidad para detectar un incendio en menos de una hora. Esto representa una ventaja significativa frente a los métodos tradicionales, que pueden tardar hasta tres horas en identificar un foco de fuego, según explicó Hernández. Estos dispositivos tienen una vida útil estimada en diez años.
Además de su función principal de detección de incendios, estos sensores proporcionan una amplia gama de datos que permitirán estudiar la evolución del ecosistema en el contexto del cambio global. Entre los parámetros medidos se incluyen la temperatura, presión, calidad del aire, y el estado de la vegetación, lo que permitirá obtener una clara radiografía del impacto del cambio climático en la biodiversidad de la zona.
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