Argüello (CEE) llama a musulmanes en España a proteger a los cristianos perseguidos tras su respaldo en Jumilla.
En un reciente artículo, el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, ha hecho un llamado a los musulmanes que residen en España para que se unan en la defensa de los cristianos que sufren persecución en diversas partes del mundo. Argüello sostiene que sería valioso que estos amigos musulmanes se pronuncien sobre la libertad religiosa en sus países, algo que también apoyan aquí en nuestro territorio.
Su declaración surge tras la aprobación de una moción en el Ayuntamiento de Jumilla, en la región de Murcia, que solicita la prohibición de actividades no deportivas en las instalaciones municipales. Esta propuesta, presentada inicialmente por el Partido Popular y modificada por Vox, recibió el apoyo de la mayoría del PP y la abstención de Vox. Cabe destacar que en esas instalaciones se solían celebrar eventos musulmanes, como las celebraciones que marcan el fin del Ramadán.
Argüello enfatiza la necesidad de que los países de mayoría islámica ofrezcan reciprocidad en la defensa de la libertad religiosa. El presidente de la Conferencia Episcopal subraya que los cristianos son hoy en día los grupos religiosos más perseguidos a nivel global, lo que hace aún más relevante su llamado a la unidad y solidaridad.
El obispo español señala que la reciente moción ha suscitado un amplio rango de reacciones, y la Conferencia Episcopal se ha solidarizado con la Comisión Islámica Española, que argumenta que la libertad de culto está garantizada por la Constitución y la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Argüello también reflexiona sobre la creciente polarización social, donde se utiliza el odio para alimentar divisiones. Observa que lo que para un grupo puede interpretarse como libertad de expresión, para otro puede parecer una ofensa. Esta dinámica, según él, está creando una atmósfera de tensión innecesaria en lugar de fomentar el diálogo.
El presidente episcopal plantea una crítica hacia la superficialidad con la que a menudo se defienden las tradiciones y valores cristianos en la sociedad actual. Advierte que, si solo se ven estos elementos a través de un prisma ideológico, se corre el riesgo de que se conviertan en meras caricaturas o herramientas en la lucha por el poder, en lugar de ser auténticos reflejos de una moral ética basada en el Evangelio.
Finalmente, Argüello hace un llamado a revalorizar las tradiciones religiosas, advirtiendo que ignorarlas significa despojarnos de la herencia cultural que define al pueblo y la democracia. Sin una conexión profunda con estas raíces, corremos el riesgo de caer en la manipulación y la superficialidad, donde las distracciones reemplazan los fundamentos de una verdadera convivencia democrática.
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